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Historia de Benalmádena

Diputación de Málaga
Castillo de Bil Bil, Benálmadena

Historia de Benalmádena

Los primeros asentamientos de los que tenemos referencia en Benalmádena datan de finales del Paleolítico Superior, tal y como se deduce de los restos encontrados en algunas cuevas del municipio (cuevas del Toro, los Botijos o la Zorrera).

Los fenicios llegaron a estas costas en los siglos séptimo y octavo antes de Cristo, dando lugar a un intercambio de culturas que se centraba en las técnicas agrícolas, la ganadería y el comercio. Muestra de ello son la existencia de algunos restos de asentamientos fenicios en el municipio.

Posteriormente llegaron los romanos de los que quedan numerosos vestigios en las zonas costeras de Benalmádena. Tiene especial relevancia las ruinas de una fábrica de salazones en el paraje de Benal-Roma y los restos de otras villas e instalaciones pesqueras en las zonas de Torremuelle y Capellanía.

Tras una época por la que pasaron diversas culturas por Benalmádena, tuvo lugar la llegada de los árabes a quienes se debe la denominación del municipio. Se atribuye al mismo sonido árabe "Ben al Madina" que significa "Hijos de las minas". Esto puede deberse a la existencia de una serie de minas en la zona de las que se extraía, ya desde los tiempos de los fenicios, mineral de hierro y, sobre todo, ocre.

Sin embargo, tras la reconquista por parte de los cristianos se produce un periodo oscuro en la historia del pueblo ya que esta zona se queda prácticamente despoblada por el miedo de los lugareños a los ataques procedentes del mar. En varias ocasiones se procura la repoblación del municipio, pero todas ellas con poco o nulo éxito. Tan sólo entrado el siglo dieciocho la zona empieza a recuperar una cierta normalidad en cuanto al asentamiento de la población, lo cual se debe, en parte, a la creación de varias fábricas de papel (cuatro fábricas de papel blanco y dos de papel de estraza) y a una estabilización social. El auge de esta industria dura unos veinte años y tiene continuidad, en los albores del siglo diecinueve, con un asentamiento de las labores agrícolas, sobre todo de la vid, que llega a ser un monocultivo en toda la zona. A principios del siglo veinte la plaga de "filoxera" produce una pérdida de todos los cultivos y un declive económico de importancia.

En estos años se producen sistemáticas destrucciones de lo que antaño fueron las fortificaciones y el castillo de Benalmádena (que ocupaba el actual recinto del Muro de Benalmádena Pueblo) de forma que no ha llegado prácticamente ningún vestigio físico de la época hasta nuestros días.

El símbolo del pueblo es una niña de bronce, conocida como la "Niña de Benalmádena" que se levanta discretamente en la plaza de España desde finales de los años 60 del siglo pasado. Esta obra, de Jaime Pimentel, vino a predecir el resurgimiento de la economía de la localidad y su vinculación con el turismo y la cultura más internacional, ya que inicialmente fue esculpida para concederse como un galardón en un festival de cine internacional. Una predicción que más tarde se afianzaría al hermanarse con la famosa escultura del Manekken Pis de Bruselas.

La presencia de varias nacionalidades en el municipio origina, a veces, contrastes singulares como la representación de la Pasión de Jesús por las calles o el poder asistir a la conmemoración del final de la Segunda Guerra Mundial, ya que en Benalmádena está la agrupación de veteranos de la Legión Británica.

Benalmádena pueblo se eleva a 280 metros sobre el nivel del mar, siendo un mirador excepcional de la Costa, que, como antes decíamos, era, en tiempo de los Reyes Católicos, el "Vigía de la Costa", con las Torres del Muelle y la de Quebrada. Desde la plaza de la iglesia se puede observar cómo se expande la localidad y el desarrollo tan importante que tiene el núcleo urbano de Benalmádena Costa o el antiguo cortijo de Arroyo de la Miel, nombre que recibe del antiguo ingenio azucarero que existía en el siglo dieciocho. Esta situación hace que el pueblo conserve la arquitectura más tradicional, con calles estrechas y casas blancas.

El gran desarrollo turístico de la zona ha dotado a Benalmádena de unas infraestructuras y servicios muy importantes. Así cuenta con uno de los mayores puertos turísticos del litoral (Puerto Marina), uno de los primeros parques de atracciones construido en España (Tivoli Word) o uno de los casinos más famosos de la zona (el casino Torrequebrada, inaugurado en 1980).

Pero también guarda tesoros escondidos, como su Museo Arqueológico donde, desde 1970, se expone una magnífica colección de piezas precolombianas, colección que comienza con la herencia que recibió D. Felipe Orlando de su abuelo. Y es que este mexicano de origen español heredó un buen número de piezas procedentes de yacimientos arqueológicos precolombianos y, al venir a España y quedarse a vivir en este pueblo, se negó a vender y las donó con el único deseo de que se expusiesen en la localidad. Con el despertar del interés arqueológico, se han hallado restos de asentamientos neolíticos en las cuevas de la Sierra de Mijas o piezas encontradas frente a la costa que también tienen su cabida en el Museo, como una estatua de "Diana Cazadora".

Otra de las curiosidades de este pueblo es el Castillo de Colomares, que se empezó a levantar en 1987 por iniciativa de D. Esteban Martín, como homenaje a Colón. Este castillo, con extraordinarias vistas al mar, presenta una arquitectura en la que se combinan elementos mudéjares, góticos y renacentistas. Y también encontramos el castillo del Bil-Bil que, en sus orígenes, fue la casa de un particular que quiso darle aspecto de castillo en primera línea de playa.

En definitiva, en Benalmádena encontramos dos posibilidades bien diferenciadas: el poder disfrutar de un típico pueblo andaluz, blanco, de calles estrechas y empinadas; o encontrase con la cara más modernizada, con la playa y el ocio.