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Historia de Archidona

Diputación de Málaga
Plaza Ochavada, Archidona

Historia de Archidona

Uno de los primeros pueblos de los que se tiene noticia que se instalaron en su término fueron los túrdulos, en el año 1.500 antes de Cristo. Más tarde, los fenicios le dieron el nombre de "Escua", que en lengua púnica quiere decir "cabeza principal" y se cree que fueron éstos los que iniciaron el trazado de las murallas, convirtiendo este núcleo en uno de los más difíciles de conquistar a lo largo de la historia.

Bajo la dominación romana Archidona fue denominada "Arx Dómina", y por último, los árabes la llamaron "Medina Arxiduna", de donde deriva el nombre actual. Precisamente, es en Archidona donde tiene lugar el comienzo de una de las épocas más brillantes y cultas de la historia de España con la implantación de la dinastía Omeya en Andalucía. Fue en marzo del 755 cuando un príncipe omeya huido de Damasco, estaba apunto de investirse como emir. Era Abderramán Primero, fundador de Al-Andalus.

Otros de los hechos destacados de la historia de este municipio es que fue centro de la rebelión de los muladíes y beréberes, más conocida como la sublevación de los mozárabes, a finales del siglo noveno y principios del décimo, encabezada por el muladí Omar Ben Hafsun.

La comarca recobró la paz con Abd el-Rahman Tercero, primer califa de Córdoba. La influencia cordobesa fue decisiva época en la que Archidona aumentó su riqueza con el impulso que recibió el comercio, la industria y la agricultura. Tras el desorden político de los reinos de taifas, Archidona y Antequera sufren un gran declive, llegando incluso a la destrucción de la murallas de Archidona. La inestabilidad política y la decadencia del Reino de Granada tienen su fin en el año 1462, con la conquista del castillo.

En el siglo dieciséis comienza a formarse la ciudad tal y como la conocemos hoy. El primer núcleo importante fue la Villa Baja, creada por iniciativa de los Ureña al conseguir del poder real por el que los vecinos que trasladaran su morada a la parte baja también gozaran de los privilegios de la conocida como Villa Alta. Los colonos se asentaron en torno a las ermitas erigidas en el nuevo asentamiento; nace así la calle Carrera, que fue siempre la principal del pueblo. De esta época son las ermitas de Santa Catalina (luego Convento de la Victoria), de la Columna y la de El Nazareno.

Archidona es un pueblo que tiene querencia con la cal y su blancura. Justo en el centro de la población, está la calle Carrera; pero subiendo, encontraremos la ermita, desde donde el descubrimiento del paisaje causa admiración. Allí se puede llegar por una estrecha carretera desde la que disfrutaremos del aire limpio alrededor de los torreones de la vieja muralla. Y en la ermita, la patrona: Nuestra Señora Virgen de Gracia, sencilla y humilde. Pero para realmente disfrutar del paisaje el viajero habrá de subir un pequeño trecho más, por una angosta vereda, hasta llegar el llano de la sierra, mitad natural mitad artificial. En la cercanía, un profundo valle y un viejo bosque de pinos antiquísimos plantados en cascadas; y también la vega, zona llana salpicadas de casas y cortijos, la llamada Huertas del Río, que es barrio del pueblo y cobijo de San Isidro. En mitad de esos pagos, la famosa Peña de los Enamorados, mágica referencia del paisaje entre Archidona y Antequera.

Podremos contemplar diversas lomas llenas de olivares y, bajo ellas, la línea del ferrocarril. También destaca la cueva natural de Las Grajas, que data de la época prehistórica. En medio de los dos roquedales, el viejo caserío, que aparece como una detallada maqueta de lo que es un pueblo andaluz. Para acudir a este paraje ahí cuatro entradas por carretera, siendo las aproximaciones por poniente las más vistosas, pues muestran la perfección de un pueblo echado en la falda del monte, aferrado a ella tal si fuese una enredadera de cal y un plácido bosque de blancura recostado en la pendiente escalonada.

Más cerca, en el barrio de San Antonio, hay un punto en el que se distinguen las tres torres: la del Convento de las Mínimas, la del Colegio Jesús Nazareno y la de la Parroquia de Santa Ana, cada una de ellas culminada de forma diferente pero con idéntica combinación de colores cerámicos (blancos y verdes).

En cualquier caso, la obra por excelencia del municipio es su plaza, la Plaza Ochavada, construida allá por 1786. De planta octogonal y labrada con las señas de la cal y los ladrillos, según moldes de una vetusta y desvenzijada iglesia mozárabe, que sirvieron al archidonés Antonio Gonzales Sevillano para levantar una preciosa teoría de arcos y fachadas hacia el interior de un espacio únicamente abierto hacia fuera por tres callejones a modo de postigos.

Una de sus calles más peculiares es la de Salazar, calle estrecha y pulcra, que acerca al visitante hasta el Convento de Santo Domingo, asomado a las huertas. En Archidona también hay cuestas. De entre ellas ninguna tan pertinaz como la que arranca de los más hondo de la Fuente Antequera y, siendo la más vieja, se llama, en su primer tramo, calle Nueva, que se remansa al principio en los Caños de las Monjas (actual zona social del pueblo) y después en el paseo de la Victoria. Y así hasta consumar el puerto, en el Llano, solar del pueblo nuevo con el nombre de Virgen de Gracia.