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Historia de Casares

Diputación de Málaga
Casares

Historia de Casares

Como consecuencia del paso de todas las culturas que a lo largo de la historia pasaron por Andalucía y poblaron Casares, ésta tuvo, en tiempo de los romanos, acuñación de moneda propia, además de los particulares Baños de la Hedionda, mandados construir (al igual que el resto del pueblo según narra la tradición) por Julio César en agradecimiento a la curación de una enfermedad cutánea que padecía, al bañarse en las aguas sulfurosas y alcalinas de esta ciudad.

Los árabes también dejaron su huella en el Castillo, en torno al cual debieron surgir las alquerías que darían origen al actual núcleo urbano. En el año 1361, Pedro El Cruel y el destronado Mohamed Quinto de Granada firmaron el llamado Pacto de Casares, por el que el rey moro recuperó su trono, quedando integrado Casares en el reino Nazarí. Casares se rindió a los Reyes Católicos tras la toma de Ronda en 1485 y fue cedida en señoría a Rodrigo Ponce de León, Duque de Cádiz.

Sobre las ruinas del castillo, datado en el siglo trece, se encuentra la primitiva parroquia de la Encarnación, ésta del siglo dieciséis. En estos parajes el Duque de Arcos pactó la rendición de los moriscos rebeldes. Y es que las revueltas de los moriscos de la serranía, en las que participó activamente Casares, fueron reprimidas duramente por Don Juan de Austria. Aquí se firmó el pacto que puso fin a las mismas entre el duque de Arcos y los cabecillas moriscos.

En el año 1795 se produce la segregación de Manilva con privilegio de Villa. Casares se levantó contra la invasión de los franceses, siendo ésta la única villa, junto a Cádiz, que no lograron tomar las tropas napoleónicas.

Casares alberga paisajes de gran belleza y tan diversos que podemos contemplar las olas del Mediterráneo en la Torre de la Sal, pasear por la Sierra Crestellina, admirar enclaves botánicos como los que hay en Sierra Bermeja o explotar las grutas del Macizo de la Utrera.

De su urbanismo podemos decir que las calles son estrechas y pendientes, casi todas ellas con sabor morisco. Y algunas de ellas con historias particulares, como el Callejón del Rey, donde halló la muerte un rey moro a mano de sus súbditos a los que humillaba; o la calle Villa, que antiguamente era el acceso a Casares cuando ésta estaba amurallada; o la calle Mazmorrilla, donde los cautivos sufrían las penurias de las mazmorras. Para llegar a las ruinas del castillo, precioso mirador, hay que recorrer la calle Arrabal, un auténtico reto dada su pendiente. Bajando del castillo podremos admirar la plaza de España, donde destaca una fuente construida por Carlos Tercero. Y, por supuesto, la casa de Blas Infante, punto obligado en la visita. Es una casa de dos plantas, con ventanas y puertas de madera y con geranios que cuelgan de los balcones. Y en su interior, la esencia pura de Andalucía. Pero también alberga el arte actual, el de los bordados que hacen los casareños, o los trabajos de esparto.

Su enorme patrimonio artístico le valió para que en 1978 fuera declarado como Conjunto-Artístico. Sus construcciones romanas, los Baños de la Hedionda; los altares a la Juventud y a la diosa Fortuna; el acueducto en Crestellina ...

Este pueblo siempre ha estado vinculado a la tierra y a las faenas agrícolas: viñedos, aguacates y cítricos, aunque también se cría y pastorea el ganado. De todos modos, una fuente de ingresos muy importante es, dada la proximidad a la Costa, la construcción y el turismo poniendo este municipio su particular pincelada a la oferta turística del litoral de Málaga.