Alí el arenero
Existió en el pueblo de Arenas, en los años previos a la conquista cristiana de las tierras hasta entonces bajo el dominio musulmán, un arriero que se dedicaba al comercio de la seda y otros productos de la Axarquía, como eran los higos, uvas, pasas, aceite etc.
Su recorrido transcurría entre los pueblos de la Axarquía malagueña y la ciudad del Generalife, pasando por los altos de Zafarraya.
Periódicamente este comerciante pasaba acompañado por su recua de mulas, por los caminos más inaccesible (y en muchas ocasiones nevado) del puerto de Zafarraya. El viaje al llegar a ese punto se hacía más tedioso y lento, dado que las bestias solían resbalarse a causa del hielo que había en el camino. Muchas bestias murieron en aquellos inhóspitos caminos y mucha mercancía se perdió debido al tenaz hielo que cubría aquellas cumbres.
En una ocasión, Alí, al pasar por estos nevados lugares, observó como un anciano yacía aterido de frío junto a unas piedras del camino. Alí le acogió, le alimentó y le dio calor hasta que el anciano se repuso lo suficiente como para seguir el camino por si mismo. El anciano agradecido por las atenciones y la hospitalidad de este arriero le dio un consejo, que le resultó de gran valía.
Sabiendo que era de la localidad de Arenas, un lugar de donde se extraía una arena muy apreciada en construcción, le dijo que en el próximo viaje llevara a una bestia cargada con arena y que la fuera depositando sobre la nieve del camino y de esa forma las caballerías no resbalasen. Alí le hizo caso y el resultado fue sorprendente. Las caballerías andaban con más seguridad por entre aquellas trochas nevadas, haciéndolas infinitamente más seguras.
Alí, viendo lo importante que era para los viajeros aquel descubrimiento, decidió cambiar su oficio y convertirse en arenero. Desde entonces se dedicaba a llevar arena a aquellos lares y previo pago de los caminante y viajeros, depositaba la arena para que no cayeran. Este nuevo oficio le valió obtener muy buenos beneficios y desde entonces a aquel arriero que había socorrido al viejo musulmán, le dieron en llamar, Alí el arenero.
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