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Gran Senda de la Serranía de Ronda (GR 141). Etapa 05. Benalauría - Alpandeire

Diputación de Málaga
Panorámica. Pg 115 Vislumbrando la Dorsal. Rafael Flores

Gran Senda de la Serranía de Ronda (GR 141). Etapa 05. Benalauría - Alpandeire

1. Benalauría - km 0

Desde el barrio alto de Benalauría buscamos el lugar del que parten el sendero que conduce a la torre de la Virgen del Rosario y el sendero que usa el GR-141 para llegar, a través de un castañar, a la carretera MA-8306. La cuesta acaba en el cruce con la A-369, junto a la antigua venta Santo Domingo, más conocida como de Farruco.

En sus tiempos esta venta fue parada obligada para tratantes, arrieros e incluso para los médicos visitadores de Ronda antes de la inauguración del consultorio de Algatocín. Desde este lugar, la espectacular mole caliza del peñón de Benadalid o tajo de los Aviones gana sobradamente la atención del caminante. En sus cortados anidan numerosas aves asociadas a los ambientes rupícolas, ya sean aviones, chovas piquirrojas o diversas rapaces; pero también es el escenario apetecido por escaladores y, sobre todo, por aficionados a las vías ferratas.

Cruzamos y retomamos el sendero al otro lado del asfalto, superando una rampa por encima de la fuente de la Encina (seca casi todo el año), compartiendo trayecto con el PR-A 237 Benalauría-Estación de Cortes y el GR 249. Pronto se nos une el acceso para vehículos y casi al instante hallamos una bifurcación a la derecha coincidente con la Vereda del Camino de Ronda y con el trazado de la Gran Senda de la Serranía. Abandonamos tanto el GR 249 (etapa Jimera de Líbar-Benalauría) como el PR-A 237, ambos concurrentes con la pista que sube hacia a las vías ferratas y al fronterizo puerto de Benalauría. En la encrucijada, unas tablillas indican: Siete Pilas, 3,5 km, y Benadalid, 1,8 km. Discurrimos en paralelo a la carretera A-369, bajo los farallones del peñón de Benadalid, entre olivos, almendros y encinas dispersas; con zarzas, rosales silvestres, matagallos y plantas trepadoras aferradas a los linderos, y observando al este la profunda hendidura del arroyo de las Veguetas en su discurrir en busca del Genal. De la importancia de esta vieja vía pecuaria quedan numerosas huellas, como el afloramiento en ciertos tramos del ancestral empedrado, que se retrotrae al periodo de dominación romana, cuando este camino formaba parte de la Vía XIII Carteia-Arunda. En el punto más elevado de la etapa, a 842 m de altitud, encontramos una angarilla y tras ella el Puerto de la Horca.

2. Puerto de la Horca – km 2

Traspasamos la angarilla y enseguida conquistamos el puerto de la Horca, punto divisorio de los municipios de Benalauría y Benadalid. La cima del cerrete de la derecha, aunque no acertamos a divisarla, alberga los restos de la atalaya medieval del Frontón, posiblemente relacionada con las comunicaciones del bajo Genal. Ahora toca descender plácidamente hacia Benadalid, casi visible en nuestro campo de visión. La única discordancia en este tramo del recorrido es una curva doble en bajada que se puede recortar por una trocha entre pinchosas aulagas; cada cual, decida qué hacer. Sin duda, una de las postales más bonitas de la etapa la conforman el caserío de Benadalid y su peculiar castillo. En adelante nos toparemos con una angarilla de las ya acostumbradas y una cancela ganadera previa al ramal que tomaremos a la derecha, por una rampa hormigonada, hacia el pueblo.

Desde la misma curva descubrimos a la izquierda una era y una cruz de hierro muy al uso en toda la Serranía; a veces marcan el lugar donde ocurrió un hecho luctuoso, pero otras tienen relación con la superstición y suelen ocupar lugares altivos y visibles, rodeando el casco urbano como un círculo protector. La presencia de un grupo de eucaliptos y el cartel de la ruta del Legado Andalusí, Ruta de los Almorávides y Almohades, marcan la confluencia con la carretera, a la altura de la venta Aguayar. Pasamos con precaución al arcén de enfrente y enfilamos un paseo en dirección al pueblo. En el trayecto, varios mosaicos de bella factura informan al turista sobre el municipio.

3. Benadalid – km 3,1

Acabamos este primer tramo en la calle Real de Benadalid, frente a la explanada donde se emplaza el castillo y recojemos información sobre este bonito pueblo.

Retomamos la Gran Senda por el estrecho carril hormigonado que tuerce a la izquierda de las Cruces, orientado claramente al norte. El terreno es dócil, muy distinto al de los escarpados precipicios de la dorsal. La vegetación circundante es la propia de las laderas de solana, con preponderancia de encinas, olivos, almendros, higueras, chumberas, cornicabras, hiedras y otras plantas de las que dan fe unas tablillas informativas debidamente colocadas. Mediados 500 m hallamos el solar del Piche, antigua ubicación del lavadero municipal, destinado en la actualidad a zona recreativa y recinto de eventos. También brota aquí un manantial que, junto al de la Fuensanta, situado en la fachada del Guadiaro, abastece al pueblo de Benadalid.

En adelante, el piso se vuelve terrizo y con esa tónica llegamos a la casita La Almendra, punto de inicio de un precioso sendero, a trazos empedrado. Reiniciada la andadura vadeamos el estrecho cauce del arroyo de la Solana, seco casi todo el año. En los linderos es prolífico el zumaque, un arbusto relativamente abundante en el Valle del Genal, donde siempre ha crecido de manera natural en suelos calizos.

Más adelante, obviaremos un par de ramales a la derecha que se dirigen a las Huertas Moras. En el segundo, a la sombra de una higuera y tras unos pequeños chopos, existe una fuente normalmente seca. Al fondo ya vislumbramos el redondeado cerro de la Venta con un poste de luz en lo más alto. Ascendemos levemente sumidos entre zarzas, rosales silvestres y erguenes que amenazan con cerrar el paso, aunque antes de remontar al pie de carretera se despeja la situación y es el fragante cantueso quien presta cobertura vegetal al terreno.

4. Venta San Isidoro (Los pavos) – km 6,6

El consiguiente zigzag nos aúpa a las ruinas de la antigua venta Los Pavos, aunque en el dintel de la entrada reza: San Isidoro. Lo que hoy es una ruina casi engullida por los ailantos, antaño fue lugar frecuentado por arrieros, contrabandistas y viajeros: un local donde proveerse de comida, intercambiar noticias y debatir los aconteceres comarcanos. En posadas como esta se cantaba y bebía, olvidándose por unas horas el duro trabajo a través de agrios y tortuosos caminos. Con el advenimiento de las carreteras, el tren y los nuevos medios de transporte, la actividad arriera languidece y por arrastre las ventas y posadas, de las que sólo subyacen evocadores recuerdos.

Al otro lado de la A-369 se deriva un importante carril, y por su margen izquierdo caminaremos en sentido noreste, reguardados por la valla quitamiedos, gozando de buenas panorámicas, al oeste, de Sierra Blanquilla, sierra del Palo (1.401 m) –la más elevada de la zona malagueña del Parque Natural Sierra de Grazalema– y la sierra de Juan Diego o Benaoján, prolongada hacia el norte. No son menos atrayentes las perspectivas al levante, por donde descuellan los farallones grises de Jarastepar y los Riscos, tras los que asoman algunas cimas del Parque Natural Sierra de las Nieves, como el Torrecilla (1.919 m), techo de la Serranía.

Después de un kilómetro, y en territorio de Atajate, abandonamos la carretera a la altura de la finca de Yuncar, desviándonos a la derecha por un estrecho camino que desciende. Desde allí entrevemos Benadalid recostada en la ladera de la dorsal. Al llegar a una encrucijada, regresa la anchura necesaria para el tránsito de vehículos. En verano, sobre el cableado que nos acompaña, es posible avistar apostados a los vivaces abejarucos. Tras afrontar un repecho, alcanzamos la carretera en el puerto del Oro. Enfrente, por encima de una finca de castaños, sale el camino que hemos de tomar, entre parcelas donde se alternan castaños, cerezos, olivos, higueras y, sobre todo, arbustos silvestres, a ambos lados, especialmente las zarzamoras y los endrinos. Los viñedos del contorno avisan de la cercanía de Atajate.

5. Atajate – km 8,9

Salimos al restaurante El Paisaje, al otro lado de la carretera y finalmente accedemos al pueblo por un paseo empedrado.

El mosto es el producto estrella de Atajate. En la actualidad el pueblo aparece salpicado de esculturas, a modo de museo abierto, que nos explican el proceso para la obtención del preciado líquido, que se elabora de manera tradicional. La última semana de noviembre se dan cita vecinos y visitantes para celebrar un concurso y degustaciones acompañadas de las tradicionales migas y tostones de castañas: es la llamada fiesta del mosto.

La feria se celebra a mediados de agosto en honor del patrón San Roque y la Virgen del Rosario.

Recorremos longitudinalmente la travesía del pueblo hasta llegar al lavadero, situado en una zona de ocio y juegos infantiles. Enfrente, en el ensanche, observamos dos paneles informativos, uno sobre los lugares de interés turístico y otro con información de la vía ferrata situada en los Tajos. No llega al kilómetro recorrido desde Atajate cuando estaremos prestos para tomar el sendero que nace a la izquierda, justo al lado de un olivo y unas encinillas. Como comprobaremos en adelante, los tramos empedrados dictaminan la importancia y antigüedad de este nexo de comunicación, por donde también circula el PR-A 229 en dirección a Alpandeire. Al llegar a la linde de los municipios en cuestión hallamos una angarilla somier. Una vez traspasada, trasegamos por el olivar hasta la siguiente portilla, del estilo de otras de la Gran Senda de la Serranía de Ronda. El posterior zigzagueo atraviesa una umbría con presencia de encinas, olivos, agaves… y acaba en un carril con un cartel que prohíbe circular hacia los panales de abejas. Como es lógico, caminamos en el otro sentido, en busca del cercano arroyo Audalázar o Laza, entre la sombra que procuran los cada vez más numerosos quejigos. En una cerrada curva obviamos un ramal al norte y de esa manera nos plantamos en otra angarilla, la que precede al vado del Audalázar, con un bosque en galería constituido por chopos, sauces, cañas, juncos, tarajes y adelfas.

6. Arroyo Audalázar – km 11,3

Sobre unos bancales por encima del cauce descubrimos entre algunos chopos el cortijo de los Casarones y un grupo de majanos pertenecientes a los restos del poblado andalusí de Audalázar o Güidazara. El arroyo en este tramo siempre lleva agua, y así lo refrenda la presencia de peces en sus pozas; una de ellas, aguas arriba, a no mucha distancia, llamada del Azulejo, fue antaño muy visitada por los naturales de Atajate en el periodo estival. Los más ávidos y aventureros han de saber que remontando el cauce un centenar de metros más se ve fluir, sólo en épocas de lluvias, el arroyo de Vasijas a través de una bonita cascada. El paso por el puente no suele plantear problemas, pero siempre es conveniente moverse con prudencia.

Al otro lado, antes de afrontar la dura cuesta, se extiende la finca de la Vega de la Chispa, sembrada con nogales y naranjos. El monte que vamos a recorrer presenta una importante cobertura vegetal dominada básicamente por la encina y el chaparro (alcornoque), todo un contraste si lanzamos la vista al norte, a la pelada loma hendida por el profundo surco del barranco de Cañada Honda. La llegada a un altozano proporciona un primer respiro y ahora llaneamos plácidamente, bordeando la cerrada cuenca del arroyo del Almendral. Posteriormente, la vereda retoma el carril a través de una angarilla.

El siguiente hito a reseñar es la loma de Enmedio, donde hallamos un importante cruce. El ramal que sube, cómo no, es el nuestro. Seguramente ya habremos advertido que en las fincas colindantes pastan cerdos ibéricos en régimen de montanera, circunstancia que se produce entre octubre y febrero, coincidiendo con la maduración de la bellota de encina, el principal alimento para alcanzar el engorde que proporciona al mercado alimenticio el prestigioso jamón de pata negra.

Las panorámicas desde este lugar son especialmente bellas. Se acaba el llano y vuelven las empinadas rampas sin más quebranto que algún acceso a fincas colindantes. Acabamos por afluir al carril de la Fuente del Espino, punto llamado Junta de las Vereas. Se trata de un lugar sumamente importante, pues de aquí se deriva a la izquierda la vía pecuaria en dirección a Ronda, meta de la sexta etapa del GR 141. Como nuestro caso es dirigirnos a Alpandeire, enfilaremos la otra dirección, por un trazado mucho más dócil pero algo desangelado en lo vegetal. Llegado un momento aparecerá en nuestro campo de visión una preciosa estampa del abigarrado casco urbano de Alpandeire y del Pozancón, una sima sifonada bajo las últimas casas por donde drena y revientan las aguas del potente acuífero de la sierra del Oreganal en periodos de fuertes lluvias, produciendo un espectáculo digno de admirar. Cuando se dan las circunstancias, el caudal baja con gran violencia y cae por una espectacular cascada llamada el Chorrerón. Antes de entrar en el casco urbano, un nuevo ramal se desprende a la derecha hacia el paraje de los Huertos y otros enclaves del entorno de Alpandeire.

7. Alpandeire – km 15,5

Accedemos al pueblo por una empinada rampa en dirección a la iglesia parroquial de San Antonio de Padua, el edificio más destacado del casco urbano, llamado por sus dimensiones la Catedral de la Serranía. Aquí nació Fray Leopoldo de Alpandeire, de la orden de Capuchinos, religioso de gran humildad, querido y admirado en toda Andalucía por su dedicación a los más desfavorecidos. Actualmente existe una ruta cultural denominada del Legado de Fray Leopoldo.

La fiesta del Niño del Huerto, tanto en Alpandeire como en otras poblaciones del alto Genal o Havaral, ofrece cada Domingo de Resurrección una de las celebraciones más peculiares de la Serranía de Ronda, cargada de colorido, curiosos rituales, ofrendas, alegres procesiones y música tradicional.

Aunque en etapas anteriores hemos conocido algunos castañares, toda la franja situada al este de Alpandeire, donde se ubican los pueblos de Faraján, Júzcar, Pujerra, Cartajima, Parauta e Igualeja, acoge las mayores extensiones de castaños, principal recurso económico de este rincón de la Serranía de Ronda. El castaño, que ocupa una extensión superior a las 4.000 ha, es un reclamo para turistas, senderistas, fotógrafos y amantes de la naturaleza en general, sobre todo en los meses previos al invierno, cuando las hojas se tornan de color rojizo.

Al castañar en esos meses se le denomina Bosque de Cobre y, a decir de muchos, es uno de los paisajes otoñales más bellos de Europa. Aquí se cultiva principalmente una variedad autóctona llamada pilonga que resulta ser la más temprana del continente. Las labores de recogida se inician a finales de septiembre y acaban a principios de noviembre. En el trabajo participa toda la familia y temporeros provenientes de los pueblos cercanos. Las castañas se extraen de los erizos (cubierta pinchosa) con guantes y se almacenan en canastos de mimbre o esparto. Después se transportan a las cooperativas para su venta y distribución. La riqueza y gran variedad de hongos supone un importante reclamo para recolectores y estudiosos de la micología. El Ayuntamiento de Júzcar, en el mes de noviembre, organiza una de las más reputadas jornadas micológicas de Andalucía.

Una buena manera de conocer estos pueblos castañeros es a través de la red de Pequeños Recorridos que los interconectan. Merece la pena apartarse momentáneamente de la Gran Senda de la Serranía para recorrer el circuito y gozar de un paisaje más propio de latitudes meridionales.

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