Diputación Provincial de Málaga. Area de Cultura y Educación. Calle Ollerías, s/n. 29012 Málaga. España

Daniel Muriel
Sur - Málaga
Centro Cultural Provincial. Ollerías, s/n. Málaga.
Del 10 de mayo al 10 de junio de 2002
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Dibujo de Andrew Birch
UN CUENTISTA ANDALUZ
Cuando conocí por primera vez a Daniel Muriel, hace unos cinco años, no me di cuenta que era artista. Para mí era un hombre un poco raro, discreto y agudo, cuyos “cuentos andaluces” llegaban a ser más y más barrocos, más surrealistas, hasta el punto que no se le aguantaba más por reirse uno tanto. También vi que algunos de mis nuevos amigos malagueños tenían grabados insólitos en sus paredes: de “patatas virtuales“ o de fragmentos de curvas, y hasta tenían libros caseros sobre esas mismas patatas… Fue más tarde que hice la conexión entre el artista y su arte (Daniel habla muy poco de su obra, pero ahora sé que en este hombre modesto y gracioso Málaga tiene no solo un narrador incomparable de “historias”, sino también uno de los primeros y mejores artistas conceptuales. Me siento orgulloso de haber sido invitado a escribir algo sobre él: más orgulloso aún de ser su amigo.
Andrew Birch

EL MALABARISTA Y SUS SECRETOS
Daniel Muriel nos descubre su mundo a través de una compleja, rica y variada iconografía. El artista desvela sus secretos y trucos de magia para que podamos entender su «imago mundi». Se convierte en un tratadista que investiga sobre el hombre y la cultura con el fin de transformarlos en espejos que reflejen los temores de un héroe que ha decidido contarlos. Tanto en la forma de narrar su historia, como en el contenido, hay una serie de tendencias contrapuestas: el gesto frente a las figuras acabadas, lo espiritual (la materia-ladrillo) y lo real, el éxito -Artista en las nubes- y el temor al fracaso -Mimí-, el hombre y la mujer (la pareja, siempre en oposición); la belleza representada mediante los colores (verde, amarillo y azul) frente a la belleza más terrible -Maimonda-. Detrás de todo ello está la visión de un observador que traduce formalmente y conceptualmente la plasmación de una sociedad en decadencia.
Adopta un «estilo manierista» pues su mundo ha dejado de ser uniforme, y responde emocionalmente: la serenidad deja paso a la pasión, al desequilibrio y la tensión.

Cita a pintores como el Greco, del que le atraen los colores y las pinceladas, y a G. Arcimboldo, cuyas referencias las tenemos en la obra titulada El arquitecto. Los objetos son deformados por la impulsividad de un artista que expresa oscuridad frente a claridad y, aquella, se nos muestra a través de la invasión total del lienzo -Parque de automóviles-. Dmuriel trata de demostrar lo evidente: más es más.

Le atrae lo aparentemente imperfecto porque en ello ve la belleza. Como un malabarista lanza objetos al aire, que son recogidos bajo otro ángulo. Son objetos comunes, cotidianos (grúas, coches, ladrillos, zapatos) insertados en espacios que forman parte de nuestra memoria y entorno (catedral, plaza de toros, edificio de la Equitativa, Correos, carretera de Cádiz, la Málaga Este...). El pintor añade a todo este universo la presencia de personas-objetos, pues continuamente el artista construye figuras que le sirvan de hilo conductor a las historias que pretende contarnos. Sus obras se pueden «leer». Quizás por eso, además de por su «Análisis de la belleza», sea por lo que le interese tanto W. Hogarth.

Rescata episodios legendarios (San Jorge y el Dragón) y los introduce en escenarios locales. Los personajes son transformados en construcciones mecánicas o en «compendios escultóricos malagueños»: San Jorge «biznaguero-cenachero» en -La conjura de Pimentel-. El dragón-coche, elemento perturbador para el artista, es embestido numerosas veces, ya que Dmuriel nos ofrece toda una saga, en la que podemos apreciar a particulares espectadores: Platero (escultura situada en el parque), la princesa, los padres de ésta, los villanos de la ciudad...

El pintor intenta desvelar, pero no desea ser totalmente descubierto. Quizás, por eso, le gusten los personajes secundarios, los que aparecen casi ocultos, los insignificantes. El artista acude en su ayuda y los rescata, para convertirlos así en protagonistas (la niña del cuadro -La Ronda de Noche- de Rembrandt es elevada a princesa). Es, precisamente, el título de esta pintura del XVII, la que lleva a Dmuriel a ofrecernos un guiño: Rembrandt de Ronda (señalización de tráfico en la autovía). Son, por lo tanto, las palabras fundamentales en Dmuriel: aparecen en el lienzo o forman parte de la propia obra: Platero, yo, la princesa y el dragón en la plaza de la Constitución.

El artista irá construyendo relatos marcados por la curva, por lo blando y por las líneas ligeramente paralelas -The Uri Geler Simposium-. Se inclina por la línea de la gracia, por los estrígiles, por las curvas opuestas.

Estamos ante un malabarista de contrarios.

Lourdes Alda

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La bella Lola. Inundaciones del 89
60 x 46 cm.
Óleo sobre tela encolada en tabla
1996
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El arquitecto
65 x 54 cm.
Óleo sobre lino
2001
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La gran parada. Adán y Eva en Gibralfaro
195 x 114 cm.
Óleo sobre lino
2002
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En un plís-plás
65 x 54 cm.
Óleo / lino
2001
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De la pintura. Artista en las nubes
100 x 81 cm.
Óleo sobre lino
2001

The selected polemic
Convertir el motivo consciente en acto consciente…
en la totalidad… o en fuerza de vida… en fuegos de artificio…
o de otro mundo… o de otro inmundo más mundo que éste…
conferimos valor y audacia en la tirada, no teniendo en cuenta las posibilidades…
indiferentes a los resultados…
atados a lo que no nos pertenece… atados a la descripción…
pero el cosmos actúa primero…
y esa desventaja nos fortalece… con la virtud de la paciencia.
Mirar adentro como hacia ningún sitio…
llevar a cabo un trabajo específico…
mensajeros de nosotros mismos… y de otro tanto…
que nos hace fuertes…
y más fuertes…
y más…
y…
H. G.

La ciudad de la memoria
El motor de los dragones del tiempo ruge en el interior de la cueva
Málaga se mira en los ojos de Daniel Muriel reflejándose en su pintura. Nos muestra el pálpito de una ciudad que muta como el tiempo que la trans-pasa. La memoria del espacio se recrea en la obra a golpe de grúa y ladrillo, se esfuerza por reconstruir el recuerdo de la ciudad vivida. Las formas se resisten a ser definidas, se acumulan recreando el caos difuso de la realidad. Su contenido se desparrama por el lienzo desdibujando las líneas, los trazos que marcan el tiempo veloz de la prisa, los silencios previos a la tormenta del pincel sobre la tela.

La obra de Dmuriel nace y crece de su propia fuente de símbolos. Se retroalimenta articulándose a si misma, con una coherencia que va mas allá de los patrones establecidos. Orada esa “Málaga vívida” para construir una iconografía personal que se erige, ya hace tiempo, como uno de los referentes en el paisaje histórico de la Málaga pictórica.

Luciano Muriel Buzarra

EN LOS CUADROS DE DANIEL MURIEL
Bajo el cielo de Mondrian hay un hombre que pinta cuadros. No estamos en Nueva York, ni en París, sino en un barrio de Málaga con nombre de huracán.
El pintor cuenta historias en sus cuadros. Se cuela en el esqueleto de los edificios como los peces en los ojos vacíos de los ahogados. Se introduce en la selva del tráfico y escucha el grito de celo de las bocinas. A veces se siente como extranjero en su propia ciudad, pasea por las calles, se cruza con los habitantes de carne y hueso y con aquellos otros que pueblan su cabeza. El pintor extiende sus fronteras más allá del barrio donde vive; Málaga tambien se extiende, como el huracán, y él recoge tras su paso los despojos.
La historia densa y abigarrada de una ciudad cabe en un cuadro, incluso la de aquellos lugares que ya han desaparecido y que formaron parte de la infancia pueden regresar y quedar para siempre atrapados entre las aristas de la memoria. Vuelven así los fantasmas y los demonios al aire comprimido del lienzo.
El territorio de Dmuriel no es Manhattan Sur, es Málaga Sur. Las ventanas son nichos donde aparcan el alma los personajes de las historias que se esconden en los cuadros. Un aparcamiento para cerrar los ojos, apagar las luces y descansar de la locura cotidiana.

El alma tiene forma de coche corazón. Edificios vacíos, cabezas vacías, caos. Pero ¿dónde está el espíritu? ¿dónde la sabiduría?, ¿dónde la ternura? Los sentimientos de una ciudad, como los del hombre que la pinta, caben en un cuadro.
No te engañes, no es éste el mundo que tanto soñaste, no es tu barrio, no existe tu ciudad, no queda nada de entonces.
El tiempo descuartiza la memoria. Vuelve blandos los objetos, los edificios, las personas. El tornado del tiempo se lo llevó todo, destrozó Málaga.
Ahora te toca a ti reconstruir la vieja ciudad, como un arquitecto recreas los antiguos espacios y les otorgas vida, como si fueras Dios, como si Dios fuese pintor y la ciudad estuviera habitada por actores que representan sus obsesiones. Ya sabes que la arquitectura es música congelada, quizá también la pintura. Rehaz la ciudad como si fuera un puzzle que ordenas a tu antojo, cambiando las estatuas y los monumentos de sitio, las calles y los figurantes de miniatura. La ciudad ya es tuya.
Has roto Málaga en cuadros, como el cielo de Mondrian.

José Antonio Garriga Vela

DANIEL MURIEL, ARTISTA
Daniel socava el aire de una costa
que le susurra un caos en construcción,
una acumulación de luces vivas,
la simultaneidad de la memoria,
la esencia material de lo que insiste.

Cunetas desleídas al pasar.

La súbita visión de lo diario.

Álvaro García

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