Diputación Provincial de Málaga. Area de Cultura y Educación. Calle Ollerías, s/n. 29012 Málaga. España

Carlos Marzal
Presenta Juan Manuel Villalba
Proyección de la obra de Joaquín Gallego
Montaje audiovisual de Ignacio del Río

Centro Cultural Provincial. Ollerías, s/n. Málaga. Jueves 31 enero 2002 - 20:00 horas.
Carlos Marzal
Valencia, 1961. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia. Ha publicado los siguientes libros de poemas: "El último de la fiesta" (1987), "La vida de frontera" (1991), "Los países nocturnos" (1996), y "Metales pesados" (2001). Ha traducido al español la poesía de Enric Sória, en el volumen "Andén de cercanías" (1995). Su obra ha sido incluida en antologías del periodo, como "La generación de los 80" (1988), de José Luis García Martín; "Fin de siglo. Antología" (1992), de Luis Antonio de Villena; "Treinta años de poesía española" (1996), de José Luis García Martín; "El último tercio del siglo" (1968-1998). "Antología consultada de la poesía española" (1998); "Poesía española reciente" (2000), de Juan Cano Ballesta.
Aquí estamos tú y yo,
altivo corazón,
en desbandada.
A fuerza de caer, desvanecidos.
y a fuerza de cantar,
enajenados.
Carlos Marzal


Joaquín Gallego
(Larache, 1954). La pintura de Joaquín Gallego Martín es un largo proceso en busca de otorgar paz al espectador. Durante su adolescencia, con juegos estéticos de colores transparentes y tonos dulces. En su juventud, mediante escenas y personajes que abrían ventanas a mundos amables, utópicos por tanta calma. Tras un período de oscuridad en el que la luz apenas se abre paso entre una áspera frialdad y leves puntos que orientan el espacio, volvió en plena madurez el Joaquín Gallego que más apreciamos, el que filtra la mirada a través de la naturaleza íntima de lo que nos rodea, para ofrecernos un universo que tranquiliza, que detiene la escena y devuelve la razón perdida ante la grasa de lo urgente.. José Luis González Vera


CAMINANDO
Un hombre va caminando hacia el centro de la esperanza. Camina y camina hasta perder el aliento, y sacrifica el sueño y la energía con tal de llegar a su destino. Al igual que en esas pesadillas en las que los pasillos se alargan hasta el infinito cuando creemos haberlos recorrido, el hombre ve cómo se aleja la esperanza cada vez que está a punto de tocarla. Aun así, continúa caminando. Ese hombre puede ser Carlos Marzal, y la odisea en la que está envuelto puede ser cada una de nuestras vidas, con los pequeños, particulares e insignificantes infiernos cotidianos que contienen.

La poesía de Carlos Marzal actúa como una brújula. O mejor: la brújula de Carlos Marzal actúa como un poema, un poema que, lo pongas como lo pongas, siempre apunta hacia el norte de la esperanza y que, como todas las brújulas, asumen el riesgo de la confusión que un campo magnético les puede ocasionar. Muchos son los campos magnéticos deseosos de confundir nuestras brújulas. Se esconden bajo multitud de formas y disfraces, y esperan agazapados a que un descuido por nuestra parte favorezca sus intenciones desorientadoras.

El mapa que traza Carlos Marzal con sus poemas no es un mapa de la tierra prometida, y puede contener cualquier cosa menos ingenuidad. Marzal conoce a todos los monstruos de la confusión y el desaliento, y con sus poemas nos advierte de los pantanos, desfiladeros y trampas que podemos encontrarnos en nuestro viaje hacia el centro de la esperanza.

Una de las características más admirable de la poesía de Marzal es la sinceridad o, lo que es lo mismo, el valor. En sus poemas encontraremos siempre el valor que hace posible el reconocimiento de la miseria y el peligro. Y no es tan fácil entonar el peligro y convertirlo en canción. A la postre, esa postura íntegra no es más que un acto de generosidad por su parte. Y digo generosidad porque él siempre va delante, es el explorador que pisa primero la región desconocida y marca con señales luminosas el sendero por donde otros caminaremos seguros, asumiendo con entereza los riesgos que ello comporta.

Asombra contemplar la serenidad con que Carlos Marzal asume la tarea de enfrentarse al poema. La explicación a ese asombro es sencilla, aunque no simple: no se enfrenta al poema, sino que se sumerge en el poema. Su punto de partida ya está dentro del poema, es decir, no tiene que pedirle permiso para entrar, sólo tiene que zambullirse, mojarse. Carlos Marzal tiene muchas horas de navegación. A partir de este momento, el poeta les regalará una muestra de todo lo apuntado anteriormente y de muchas cosas más. La organización de este acto advierte al público que de ninguna manera se hará cargo de las alteraciones que la poesía de Carlos Marzal pueda provocar en sus conciencias y corazones.

Juan Manuel Villalba


Metal pesado
Igual que sucedía, siendo niños,
con las mágicas gotas de mercurio,
que se multiplicaban imposibles
en una perturbada geometría,
al romperse el termómetro, y daban a la fiebre
una pátina más de irrealidad,
el clima incomprensible de los relojes blandos.

Algo de ese fenómeno concierne a nuestra alma.
En un sentido estricto, cada cual
es obra de un sinfín de multiplicaciones,
de errores de la especie, de conquistas
contra la oscuridad. Un individuo
es en su anonimato una obra de arte,
un atávico mapa del tesoro
tatuado en la piel de las genealogías
y que lleva hasta él mismo a sangre y fuego.

No hay nada que no hayamos recibido
ni nada que no demos en herencia.
Existe una razón para sentir orgullo
en mitad de esta fiebre que no acaba.

Somos custodios de un metal pesado,
lujosas gotas de mercurio amante.

Credo quia absurdum
Si no inspirara vértigo su hondura,
si no infundiese al alma aventurera
un frío sideral,
si no nos adeudara
los insólitos dracmas de los sueños,
si no hubiese negado nuestro nombre,
no habría para qué
ni para tanto.

Esta desobediencia
para con la cordura, este imprudente
amor desventurado es nuestra gloria.

Si no fuese a perder, no habría triunfo.
Cualquier pasión se impone en su arrebato,
cualquier enfermedad llega a ser íntima.

Alteza incomprensible,
tu púrpura es oscura.
No hemos llegado aquí para entenderte.

Bailo sobre las brasas, porque es triste.
Porque es tarde y ocaso, estoy de enhorabuena.
Me he dejado ir de mí, porque no hay fondo.
Porque es inútil, canto.
Porque es absurdo, creo.

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