Diputación Provincial de Málaga. Area de Cultura y Educación. Calle Ollerías, s/n. 29012 Málaga. España

XXIX Festival de Cante Grande

La mujer al cante
Pulsa para ver la fotografía más grande
Cartel
"La mujer en el flamenco",
Hemos querido en esta noche celebrar la presencia de las mujeres en el flamenco, en la conciencia de que, si bien durante mucho tiempo en Andalucía las mujeres han sido invisibles -los hombres han sido los que han trabajado fuera de la casa, los que hacían la "vida pública", los que disponían de mayores libertades- el flamenco, en justicia, no puede entenderse sin la presencia femenina y, de hecho, de entre las primeras noticias que contamos allá a mediados del XVIII, se nos ofrece una pequeña crónica de los gitanos de Triana, donde aparecen las mujeres del barrio actuando en las casas de postín, obsequiadas por sus señores, en algo que, sin duda, ya comenzaba a asimilarse a lo que hoy conocemos como "flamenco". Las referencias posteriores remiten constantemente a mujeres que bailan en los patios trianeros en las fiestas descritas por Serafín Estébanez Calderón, en 1837; mujeres de la "escuela bolera" en las academias de baile que visitaron los viajeros románticos, mujeres en las ferias de ganado, haciendo buñuelos a la vez que zapateando los festivos cantes gitanos; mujeres en los teatros haciendo los "bailes del país" o en las zambras granadinas… Sin las mujeres no adivinaríamos los orígenes, cada vez más documentados, del flamenco mismo.

Y en estos orígenes, el papel femenino queda constantemente asociado al baile. Cuando entre 1860 y 1920 viven su esplendor en los cafés cantantes, nombres míticos de mujeres creaban escuela en la danza flamenca, alcanzando su cénit con la famosa competencia entre La Macarrona y La Malena. Pero también nos consta el papel de grandes cantaoras, muchas de las cuales, y entre ellas destaca la Niña de los Peines, visitaron e incluso vivieron en Málaga, donde La Trini escribió con letras de oro la nueva era de la malagueña, tan creativa en este periodo. Ciertamente, la crítica social quiso ver en estos cafés algo más que cante, y censuró lo que durante mucho tiempo ha sido el gran estigma de la mujer en el flamenco: su asociación a la juerga, a la nocturnidad, a la "mala vida". Y la verdad, de todo hubo; pero lo que debe quedarnos de entonces es el recuerdo de la Edad de Oro del flamenco, el tiempo más prolífico y creativo de cuantos ha vivido, en el que se suceden, por ejemplo, el clasicismo de las voces de las primeras mujeres que grabaron cilindros de cera y placas de pizarra -La Rubia de Málaga entre ellas-. Y la definitiva instalación de lo que siempre se ha conocido como "baile flamenco femenino": el braceo, la bata de cola, el movimiento de caderas, la rotación e las muñecas, el paseo de los pies…

Cuando, a mediados de 1920, comienzan los primeros avisos de los que vendría a llamarse la "Opera flamenca", con los grandes públicos en las plazas de toros y los teatros de variedades, de nuevo la mujer corre pareja a estos elencos, a estas troupes que muchos de vosotros recordaréis, y en las que la propia Pastora Pavón, y otras nuevas voces como La Niña de la Puebla, recientemente desaparecida, ejemplifican a las nuevas cantaoras. Pero, sobre todo, el baile alcanza cotas hasta entonces desconocidas, en otro tipo de formato: La Argentina abre una nueva etapa del ballet flamenco que lo hace ser conocido en todo el mundo; Carmen Amaya ruge en los escenarios como bailaora primitivista, violenta y de portentoso impacto; las hermanas Encarnación y Pilar López se convierten en maestras de bailaores actuales y estilistas de los bailes de pareja.

Más tarde, Rosario, quien también nos dejara no hace mucho, daría una lección de profesionalidad al hacer pareja durante décadas con Antonio y ocuparía el importantísimo papel de maestra, de enseñante, que ha caracterizado a tantas bailaoras flamencas durante toda la historia. Es el tiempo también en el que algunas de éstas aparezcan en un nuevo formato; el cine: ¿Quién no recuerda a la genial Pastora Imperio con Carmen Amaya en "María de la O"?.

En definitiva, no descubrimos ahora la fuerza y el papel central que las mujeres han vivido en la historia del flamenco. Cierto es que muchas se quedaron en el camino, bien por no alcanzar la popularidad de las anteriores, pues estuvieron reservadas más bien al espacio de la juerga, como Anica la Periñaca durante casi toda su vida, bien por no haber podido, ni siquiera, ser artistas profesionales, muchas veces por las prohibiciones y la censura familiar y social que han existido respecto a la condición de artista. Afortunadamente, los tiempos fueron cambiando; y en el importante foco flamenco que fueron los tablaos, tan injustamente criticados muchas veces, se vivió desde los años 60 un periodo de gran aprendizaje para muchas de las que hoy son grandes figuras, alguna de las cuales tenemos aquí esta noche. Tablaos en Madrid, donde fueron a trabajar durante décadas tantos flamencos; tablaos en la Costa del Sol, donde el flamenco ciertamente fomentaba una imagen de Andalucía muy volcada al turismo. Pero, en todos ellos, nombres para la historia reciente: Adela la Chaqueta, La Perla, Dolores de Córdoba, La Sallago, La Paquera, Fernanda y Bernarda, Maleni Loreto, María Vargas, la malagueña La Cañeta, hija de la tanguera perchelera La Pirula, Carmen Linares, Manuela Carraso, la misma Aurora Vargas… todas ellas bebieron durante más o menos tiempo, de la experiencia de los tablaos.

Muchas se forjaron años después en la etapa de gran esplendor de los festivales flamencos, como en el baile de la gran escuela de Matilde Coral, con Milagros Mengíbar y Pepa Montes, y donde comenzaran Juana la del Revuelo, Esperanza Fernández en el seno de su familia, bailando y cantando, o La Macarenita, y Elu de Jerez defendiendo su cante. Alguna, como Inés Bacán o Lole, miembro también de la familia Montoya e hija de La Negra, nos dejarían en la historia reciente algunas de las mejores muestras de lo que debe ser el experimentalismo flamenco bien entendido.

En la actualidad, el mundo del teatro flamenco que abrieran Cristina Hoyos, Manuela Vargas o Merche Esmeralda también queda abierto a las mujeres, tanto en compañías flamencas como en circuitos. Grandes convocatorias (La Bienal, el Festival de Granada, el Concurso de Córdoba), y hasta en la televisión. El baile aquí sigue pisando fuerte, con un registro de nombres jóvenes abundantísimo, desde María Pagés a La Yerbabuena, Sara Baras, y otras tantas imposibles de enumerar. Pero fíjense que, en este breve recorrido, y frente a su tradicional concentración en el baile, la mujer se ha instalado por carta de naturaleza también en el mundo del cante flamenco, donde hoy protagonizan algunas de las mejores voces del panorama, sin dejar de arrancarse para bailar cuando se adivina la fiesta. Algunas de estas grandes voces están hoy con nosotros, y son la herencia del pasado y la renovación ante el futuro. Sirva su presencia para demostrarnos la vigencia del flamenco, su carácter de patrimonio vivo de todos los andaluces y andaluzas que contribuyeron a hacer de él un arte universal.

Cristina Cruces Roldán
Profesora Titular de Antropología Social.
Universidad de Sevilla
Volver a la página del XXIX Festival del Cante Grande

Volver a página principal
Home | Área de Cultura y Educación | Generación del 27 | Programación |
| Orquesta Sinfónica | Exposiciones | Martes Música | Sábado Cine | Telón Abierto |
| Joven Orquesta | Convenios | Premios y Becas | Biblioteca Generación del 27 |
| Biblioteca Cánovas del Castillo | El edificio | Onomásticas | Mapa Web | Mail |
www.dpm-cultura.org