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Los rostros del mito
"Los últimos de Filipinas"
Centro Cívico. Málaga. Del 8 de noviembre al 2 de diciembre de 2001
Valle de Abdalajís. Del 16 de octubre al 2 de noviembre de 2001.
Los rostros del mito
Contexto histórico y biografías de Los últimos de Filipinas.
Exposición producida por la Diputación Provincial de La Coruña marcada con una finalidad concreta: sensibilizar y formar sobre este universo que nos rodea y construye nuestra cultura. "Los rostros del mito" es una exposición biográfica de los llamados “últimos de Filipinas”, sobre los que tanto se dijo y de los que se han realizado varias películas. Acontecer que marca un hito en el año 1898: duros episodios de resistencia en un país lejano, exótico. Hombres que tienen un origen gallego, catalán, andaluz, castellano..., una trayectoria difícil y un rostro envuelto en mito que aquí se presentan con el rigor que existe de la verdadera historia.
Selección de 150 fotografías centenarias e inéditas y textos de 28 autores, conmemorando el centenario de la rendición del destacamento de Baler en Filipinas.
Cartel de la película
Los últimos de Filipinas
Eran labradores de pequeñas tierras o jornaleros de latifundios, humildes artesanos, pastores o panaderos. En su mayor parte analfabetos que nunca habían salido de sus pueblos. Todos pobres. ¿Quiénes eran? ¿Qué hicieron en Baler? ¿Cómo les fue al regresar? ¿Por qué fueron a Filipinas? ¿Porqué estaban en guerra?
Los íbéricos en Oriente
Controlando las rutas comerciales de los mares orientales, las monarquías ibéricas obtendrán importantes beneficios. Otras potencias del Atlántico europeo exigirán su parte limitando hispanoasia a las islas Filipinas.
La colonia
Siete mil islas que ocupan trescientos mil kilómetros cuadrados en los que se hablan 75 grupos lingüísticos. Extraordinaria diversidad cultural que se debe, en gran parte, al variado contexto geográfico. La mayor parte de los siete millones de habitantes (1898) se dedican a la agricultura de autocomsumo. Casi ninguno habla español. Casi ninguno ve a un español, salvo al párroco.
La guerra
El fusilamiento de Rizal (promártir filipino) da la razón a los revolucionarios. El 12 de febrero de 1898 nuestros protagonistas lelgan a Baler, periférico pueblo de la isla de Luzón. Allí quedarán aisñados y encerrados en la iglesia (trescientos metros cuadrados) resistirán 337 dçías antes de rendirse. Mucho después de lo que hiciera Manila y de que el archipiélago fuera cedido a Estados Unidos a cambio de 20 millones de dólares.
¿Quién es quién?
Por primera vez en cien años conocemos uno a uno, hombro con hombro, a los componentes del destacamento de Baler. Los mandos, los voluntarios, la guardia del teniente Martín, los desertores, los muertos y los fusilados. El beri-beri, terrible enfermedad con calendario fatídico será el gran enemigo.
La primera década
Cuando les permite regresar Aguinaldo (presidente de la efímera República Filipina) aún quedan miles de soldados prisioneros. Los 33 supervivientes de nuestro grupo llegan a Barcelona el 1 de septiembre de 1899, recibiendo desiguales recompensas. En 1904 se publica "El sitio de Baler", del teniente Martín Cerezo.
La vida sigue
La película "Los últimos de Filipinas", dirigida por Antonio Román, con la colaboración de Enrique Llovet y rodada en la Finca de La Concepción, se estrena en 1945, presentando una imagen del colectivo propia del franquismo autárquico. Estaba protagonizada por Manuel Arbó, Armando Calvo, Julio Calvo, Adriano Domínguez, Nani Fernández, César Guzmán, Alfonso de Horna, Manuel Kayser, Tony Leblanc, Guillermo Marín, Manolo Morán, Carlos Muñoz, José Nieto, Fernando Rey, José Miguel Rupert, Conrado San Martín y Pablo Álvarez Rubio.
Desde el 1997 se localizaron 22 hijos y un centenar de sobrinos, nietos, parientes y vecinos que dijeron recordar algo de nuestros protagonistas. La historia oral ayudó a reconstruir las biografías.
Filipinas Siglo XX
Informaciones sobre el periodo de ocupación estadounidense (hasta 1946) y la independencia. Mitos surgidos en el mismo contexto bélico.

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Memorias del fuego
Los sobrevivientes cuentan que en el sur del sur, donde se abren las tierras y se abrazan los océanos, los indios encienden altas hogueras, día y noche, para no morirse de frío. Esos son indios tan gigantes que nuestras cabezas, cuentan, apenas si les llegaban a la cintura. Magallanes, el jefe de la expedición, atrapó a dos poniéndoles unos grilletes de hierro como adorno de los tobillos y las muñecas; pero después uno murió de escorbuto y el otro de calor.
Cuentan que no han tenido más remedio que beber agua podrida, tapándose las narices, y que han comido aserrín, cueros y carne de las ratas que venían a disputarles las últimas galletas agusanadas. A los que morían de hambre los arrojaban por la borda, y como no había piedras para atarles, quedaban los cadáveres flotando sobre las aguas: los europeos cara al cielo, y los indios boca abajo. Cuando llegaron a las Molucas, un marinero cambió a los indios seis aves por un naipe, el rey de oros, pero no pudo probar bocado de tan hinchadas que tenía las encías.
Ellos han visto llorar a Magallanes. Han visto lágrimas en los ojos del duro navegante portugués Fernando de Magallanes, cuando las naves entraron al océano jamás atravesado por ningún europeo. Y han sabido de las furias terribles de Magallanes, cuando hizo decapitar y descuartizar a los capitanes sublevados en el desierto a otros alzados. Magallanes es ahora un trofeo de carroña en manos de los indígenas de las Filipinas que le clavaron en la pierna una flecha envenenada.
De los doscientos treinta y siete marineros y soldados que salieron de Sevilla hace tres años, han regresado dieciocho. Llegaron en una sola nave quejumbrosa, que tiene la quilla carcomida y hace agua por los cuatro costados.
Los sobrevivientes. Estos muertos de hambre que acaban de dar la vuelta al mundo por primera vez.
Eduardo Galeano. “Memorias del fuego”. Sevilla, 1522.
Siglo XXI de España Editores, 1982

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