Diputación Provincial de Málaga. Area de Cultura y Educación. Calle Ollerías, s/n. 29012 Málaga. España

Concha Galea. Pintura
"De la mujer y algo más
Centro Cultural Provincial. Calle Ollerías, s/n. (Málaga). Del 19 de enero de 2001 al 23 de febrero de 2001
El perro
Tartamudea el perro en su ladrido. Este merodeador que se pasea o se aquieta o se violenta en la cercanía de los cuerpos de mujer. Uno de esos algo más que olisquean la transformación, la mutación, el devenir mujer del mundo sin que jamás el mundo sea mujer, ni vuelva a ser hombre. El perro, yo, huelo no como un lobo, no como un hombre, no como un hombre-lobo. Yo, el perro, animal venido a menos, trato de convencerme de que oler a la mujer es ya ser un poco ella, oler a mujer. Del hombre me lo sé casi todo: cómo recoger un palo, cómo recibirlo, cómo darlo. Así que me rodeo de mujeres, merodeo junto a las mujeres, a los devenires mujeres de las propias mujeres que aún no lo son, en tránsito hacia ellas mismas. Y yo, el perro, me podría parecer patético mirándome junto a ellas, sin nada que hacer más que olerlas, pero... no tengo nada mejor que hacer. con ellas no hay palos que recoger, ni que dar ni que recibir. Es otra cosa. Ellas, no lo saben, me envían un modo, su humor (que aunque a veces lo sea no es un humor de perros), no la ironía cabalgando por encima del hombro sino el humor del hombro con hombro. Moléculas de humor que se meten por mi hocico y que como el gas de la risa me impiden sentirme ridículo. Por eso estoy aquí, ellas no lo saben, para limpiar mi piel de las garrpatas de la vanidad, verdadero origen del ridículo. Tengo que aprender de ellas, tengo que saber reirme del collar que llevo puesto y hacerlo estallar cuando mi garganta rompa a reir. Tengo que quitarme ese otro palo conformador que me metieron por el culo y dejar mi cuerpo hueco para hacerlo transitable. Ni guardián, ni de carreras, ni de compañía, ni de tiro, ni de presa. Ahí junto a ellas, para oler, para reir, para que el mundo devenga mujer y se ría de sí mismo y desaparezca el ladrido que nos hace las noches isomnes.

De la mujer y algo más
¿El dibujo traiciona? Esta pregunta tendría múltiples respuestas. Hemos de recordar que el dibujo aparece antes que la escritura como huella de emociones.
El predominio del dibujo sobre el color o de éste sobre aquél desarrolló amplias polémicas teóricas. Vasari sostuvo que el disegno era el padre de todas las artes. La geografía de la realidad es tan diversa, que quizás el dibujo sea simplemente el mapa de la propia realidad.
La apariencia de las formas parece que nos hace sobrevalorar la técnica; al fin y al cabo, se deja tentar por quienes tienen morada y son náufragos en un mundo que somete a la soledad más absoluta a quienes intentan interpretarlo.
La obra de Galea parte de una coalición entre dibujo y mirada. En ese pintar las miradas se abre todo un espacio interior fijo y acotado; en un intento por parte de la pintora de peinar, de poner orden en su propia historia.
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Las figuras constituyen el eje central de la obra de Concha Calea. Convierte el sujeto en objeto, susceptible de ser modelado desde diferentes puntos de vista. Los cuerpos aparecen desgastados por la intimidad traicionada. Nos descubre todo un paisaje corporal desligado de su relación presente. Sus modelos son un preámbulo de lo que es necesario y al mismo tiempo deja de serlo. Abandona la cercanía de cualquier retrato para ofrecernos la lejanía de un significado. la galería de lo corporal recorre un largo camino donde podemos encontrar citas clásicas y existenciales.
En Galea, la mujer ocupa un primer plano, como si fuera un fósil, una voz que hablara de sí misma. Este motivo le ayuda a reconstruir un pasado donde la figura materna se ha convertido en un abrevadero profundo. El concepto de profundidad se hace patente a través de la inmersión a la que son sometidos los personajes femeninos. Las figuras no están en silencio, sino silenciadas. La atmósfera que les rodea es fría y hermética. Los colores empleados, preferentemente azules y grises, ayudan a completar el clima escogido. En otras ocasiones, la conjunción de secundarios ofrece cierta calidez, que se ve contrarrestada por los símbolos que acompañan a sus personajes.
Pero es en un conjunto de lienzos, donde el contraste entre fondo y figura evidencian una tensión que viene marcada por los propios personajes, aislados y ausentes, los cuales se apoyan en una especie de tabla de salvación (tablón o escalera). La pintora sabe transmitir formalmente dichas sensaciones. Sobre el fondo emplea la geometría. Las líneas de fuga ahondan en el aislamiento de las figuras, que están compuestas por manchas de color que se diluyen en el tiempo y en el espacio. Los personajes son náufragos contemporáneos, por lo que se deja traslucir la propia condición del hombre, y, muy especialmente del artista. Los fondos son escenarios en los que hay un cuidado estudio de la luz y el color. Sobre ellos caminan personajes insinuados por una caligrafía expresiva. En aquellas pinturas donde aparecen varias figuras, éstas aparentemente, no mantienen contacto alguno: entran, salen o simplemente están. Un elemento, el perro, pasa inadvertido, aunque es repetido numerosas veces. Está ligado a lo invisible y con cierta invisibilidad es plasmado en el lienzo. El dibujo insinua un cuerpo que es capaz de contarnos otras historias que nos hablan de guardianes y devoradores.
Lourdes Alda

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