Presentación Libro Los naipes en el agua de J. L.González Vera.
Miércoles, 13 de diciembre a las 20:30 hs.
Salón de actos del CCP MVA

El Centro Cultural Generación del 27, dependiente de la Delegación de Cultura de la Diputación de Málaga ha publicado una nueva compilación de un autor malagueño. En este caso, se trata de la obra del profesor  y articulista José Luis González Vera cuya poesía completa, realizada entre 2001 y este 2017, recoge este volumen titulado Los naipes sobre el agua. Un libro que desde  mucho tiempo antes de su publicación lleva despertando una gran expectación ciudadana dada la prolongada actividad pública de su autor. El libro será presentado  el miércoles 13, a las 20:30 hs.en el salón de actos del Centro Cultural Mª  Victoria Atencia (CCP MVA, calle Ollerías 34) por el director del Centro del 27, José Antonio Mesa Toré. La entrada es gratuita hasta completar el aforo.

Después de las ediciones de la obra poética de otros autores malagueños como los fallecidos Javier Espìnosa,  Fernando Merlo, Rafael León y Antonio Muñoz Quintana, así como de los autores en activo Francisco Cumpián, Juan Ceyles González, Francisco Fortuny y, más recientemente, Ángel Luis Montilla aparece este libro, Los naipes sobre el agua, para continuar completando una visión de conjunto de la poesía malagueña reciente.

Desde comienzos de nuestro siglo, José Luis González Vera ha desarrollado lentamente una obra autoexigente y de supervivencia consciente y el mundo alrededor figura como necesario estímulo para el propio crecimiento entre el dolor y la voluntad de lucha existencial. En los poemarios que se dan cita en este libro (Los barrios lentos, Montaje de autor, A oscuras…) predomina una mirada cercana a la realidad íntima del escribiente, tocada en ocasiones de una revisión de la nostalgia, que se apoya en un lenguaje llano aunque sometido a un uso distanciador con respecto al asunto tratado. Se trata, pues, de un legado asumido que se expresa en pinceladas, componiendo un mundo de impresión que es expresionista en ocasiones. Retazos autobiográficos se conjugan con giros de inmediata nocturnidad y reflejos sentimentales, cambios semánticos de rasante, zarpazos de sordidez trascendida y tropos de sensualidad primaria, visual sobre todo, e incluso olfativa que van dejando en mantillas formulaciones rutinarias. En un destilado del tránsito existencial del autor no se rehúyen aromas de viejo malditismo, desde una posición aventajada tras años y libros, que reposa en un nutrido aparato referencial, brillante especialmente en el plano cinematográfico que atrapa al poeta entre cuervos y kimonos.

En la introducción, que corre a cargo de Felipe Benítez Reyes con el título de El poeta lobo, se destaca el poder de sus evocaciones “no algodonosas ni envueltas en un halo favorecedor sino manchada del óxido de los coches viejos…” del mismo modo que la niñez que reconstruye “no tiene visitas a la Arcadia sino a una azotea con la ropa tendida”. Destaca un proceso de “viraje al hermetismo referencial, la exposición de claves privadas, a la formulación, en fin, de la extrañeza “. Aunque “el tono es de cadencia coloquial, el lenguaje es predominantemente simbólico.” En resumen, se trata de una obra en marcha, intimista y de repentes metafísicos, envuelta en unas hechuras cotidianas que prestan gran eficacia al alcance de su versificación.