El Centro del 27 proyecta ‘El Circo’, película escrita, producida, dirigida e interpretada por Charles Chaplin en 1928.

En ese momento, el actor era uno de los reyes de Hollywood. Pocos años antes había fundado la firma United Artist junto a Mary Pickford, Douglas Fairbanks y DW Griffith en una búsqueda de independencia que se ha visto desde entonces recreada varias veces por otros cineastas. A pesar de la presión del emergente cine sonoro, el año anterior había filmado su mayor éxito hasta el momento, La quimera del oro, cuya promoción lo había llevado por el mundo entero. Al año siguiente rodaría Luces de la ciudad (otro gran éxito, ya proyectado en este Cineclub del 27 y en la que aparece su amigo Edgar Neville) y tendría lugar el crack de la Bolsa de Wall Street. The Circus terminó siendo la séptima película más taquillera del todo el cine mudo, a pesar de su breve duración.

El circo pasa por ser su cinta más divertida junto a La quimera del oro, pero no están ausentes en ella la ternura la mirada crítica y una poética tristeza, tan características de su autor, que dotan a su obra de un carácter universal y perdurable. El circo no deja de ser una historia de desamor, en la que nuestro menesteroso héroe, perdedor donde los haya, acabará por renunciar a los dictados de su gran corazón en pos del bien común.

En ella encontramos una ininterrumpida sucesión de gags desternillantes, como el que se da al principio del filme en cuando Charlot, huyendo de la policía, acaba en la sala de los espejos. No resultan menos divertidas las secuencias en las que nuestro protagonista se encierra sin querer en la jaula del león, la del caballo decido a perseguirle o aquella otra, ya casi al final, en la que hace de improvisado funambulista mientras unos traviesos macacos le intentan quitar la ropa.

El rodaje fue laborioso dado que coincidieron un incendio en los estudios, el fallecimiento de la madre de Chaplin, los peores momentos de su segundo divorcio (con embargo de casa y estudio incluidos) y la presión de Hacienda que reclamaba beneficios atrasados. Todo esto retrasó la producción ocho meses.  Por esta cinta Chaplin recibiría un Oscar especial en la primera ceremonia de entrega de estos premios en 1929, en reconocimiento a su versatilidad en las cuatro funciones, en realidad la Academia se libraba así del engorro de hacerlo competir en todas esas categorías con otros profesionales.