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Historia de Antequera

Diputación de Málaga
Dolmen de Menga, Antequera

Historia de Antequera

Antequera, junto con Úbeda y Baeza (Jaén), es la ciudad andaluza que mayor y mejor patrimonio artístico e histórico posee. Y es que, no en vano, siempre se ha dicho de Antequera que ha sido cruce de caminos y, por una decisión histórico-política, no fue en su momento la capital de la Comunidad Andaluza.

De su historia milenaria podemos encontrar en su término municipal restos de asentamientos de la Edad de Bronce, como los dólmenes de Menga, Viera y el Romeral, con construcciones funerarias de primer orden. Se cree que hubo poblaciones de iberos, tartesos, fenicios y cartagineses. De estos últimos han sido hallados vestigios en Cerro León, donde se sitúa la batalla entre los cartagineses de Asdrúbal y las legiones romanas. Más tarde los árabes bautizan a esta ciudad como Medina Antecaria. Tras la conquista de Sevilla y Jaén, Antequera adquiere un gran valor estratégico y comienza a tener importancia como fortaleza militar fronteriza. En 1410 fue conquistada por el infante Don Fernando, quien pasó a la historia con el nombre de Don Fernando de Antequera.

Sin embargo el siglo diecinueve fue nefasto para la ciudad: diezmada por la invasión napoleónica y por las epidemias de fiebre amarilla (1804) no se recuperará hasta 1830, cuando surge una burguesía que favorece la expansión y la industrialización basada en la actividad textil, aunque este sector sufrió la crisis de principios del siglo veinte.

Su fisonomía urbana es un producto planteado desde 1492, año en el que llega gran cantidad de gente conforme a la repoblación que se da en la época consecuencia del reparto de las tierras ganadas con la conquista. Hasta esa fecha, la ciudad había crecido de forma desordenada. Pero con la nueva estructura social de jornaleros, campesinos, caballeros y nobles ésto cambia. Hay dos formas de propiedad: el latifundio de las casas nobiliarias y el minifundio del labrador medio. A partir de ahí comienza la nueva configuración. La arquitectura popular complementará las grandes obras civiles y religiosas, con palacios nobiliarios y casonas solariegas. Así hasta el siglo diecinueve en el que la nueva burguesía termina adoptando los usos y costumbres de la nobleza, ganando de nuevo fuerza el campo e iniciando la caída de la actividad industrial.

En la actualidad Antequera se presenta al visitante como una ciudad moderna, en la que la historia y el progreso se funden en su imagen y en la mentalidad de todos sus vecinos. Y es que es una de esas ciudades que invitan a caminar. Cualquiera de sus rutas lo ratifica. Ver Antequera en un solo día es imposible. En el libro "Guía Artística de Antequera", del historiador y antiguo alcalde del municipio Don Jesús Romero, registra 43 monumentos de interés para el visitante. De ellos 25 son iglesias, conventos y edificios ligados de una u otra manera a órdenes religiosas. Y es que más de la mitad del patrimonio de la Diócesis malacitana se halla en Antequera.

Así se puede pasar desde la iglesia más antigua de la ciudad, la de San Francisco, de estilo gótico tardío fundada por una real cédula de los Reyes Católicos de 1500, hasta la la Real Colegiata de Santa María la Mayor, sin lugar a dudas la joya renacentista antequerana, construida en parte con los sillares de la romana Singilia Barba, cuyos restos se encuentran a escasos kilómetros de la ciudad.

A los pies del castillo árabe se accede a la Colegiata por el Arco de los Gigantes. El arco está decorado con los restos romanos que fueron apareciendo en la renacentista Antequera "para que pueda verse por todas las personas que a esta ciudad vinieren", según dictamen del cabildo de mayo de 1585. A través de este arco se puede apreciar la torre de la iglesia de San Sebastián, coronada por su característico angelote a modo de celestial veleta.

Lo que puede parecer un exceso de localismo queda desechado al visitar la iglesia del Carmen, que se empezó a construir a finales del siglo dieciséis. Declarado monumento histórico-artístico nacional, el templo carmelitano cobija en su capilla mayor tres retablos, de los cuales el central es uno de los ejemplos de la retablística barroca andaluza del siglo dieciocho. Desde la plaza de esta iglesia, como desde otros puntos de la ciudad, se puede divisar una obra de la naturaleza que domina toda la fértil vega: la Peña de los Enamorados.

La ciudad esconde otros tesoros que no suelen aparecer en las guías al uso y que sólo es posible encontrar con dedicación y sin prisas: sus patios. Herederos de la tradición romana y árabe al viejo impluvium deben su traza rectangular a los musulmanes. Y es que el amor al agua y a las plantas, cuyo riego es un pretexto más para esparcir con sabiduría el preciado líquido, los patios antequeranos han acabado por adquirir a lo largo de los siglos una personalidad propia.

Al sur de la ciudad, escondido detrás de la sierra que la arropa, el mismo cataclismo de plegamientos de los fondos marinos dio lugar a una de las formaciones cársticas más importantes de Europa: el Torcal de Antequera. De sus entrañas ha salido buena parte de la piedra con la que se ha tallado la ciudad.

Por todo ello se dice que la autobiografía de Antequera está escrita en tres discursos. El primero es el artístico, que es culminación histórica, pero que tiene continuidad en manifestaciones como la del pintor Cristóbal Toral, quien posee su propia sala en el Palacio de Nájera (Museo Municipal). Allí, aparte de piezas de incalculable valor encontramos al Efebo, versión romana del original griego del siglo quinto antes de Cristo. En segundo lugar tenemos el discurso de la Naturaleza, cuyo remate geográfico está en El Torcal. Y en tercer lugar se encuentra el de la vida cotidiana, activa y pujante. Las tres explican una Antequera que, asentada en el centro de Andalucía, articula y equilibra las distintas "andalucías" a las que aludía Ortega y Gasset.

Toda esta riqueza ha supuesto que Antequera sea innovadora en legislación protectora, contando con un Plan Especial del Centro Histórico, de manera que su expansión se produce de forma ordenada de acuerdo con los Planes de 1990 y 1994, fijando el crecimiento en la periferia.

La cultura agrícola se remonta al siglo tres antes de Cristo. Esta tradición, que se mantiene, hace que Antequera sea una ciudad de "puertas adentro", al vivir en sí misma y sin exteriorizarse como otros municipios. Gran pujanza, actualmente, tiene el sector servicios, básicamente el turismo, si bien sigue siendo muy importante la ya mencionada agricultura y su producción industrial.