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Gran Senda de la Serranía de Ronda (GR 141). Etapa 04. Benarrabá - Benaluría

Diputación de Málaga
Panoramica. Pg 106 Por el castañar de Benalauría. Rafael Flores

Gran Senda de la Serranía de Ronda (GR 141). Etapa 04. Benarrabá - Benaluría

1. Benarrabá- km 0

El sendero parte frente al colegio rural Sierra del Espino, a escasa distancia de la piscina municipal y del hotel Banu Rabbah. Es sumamente agradable caminar absorto ante los matices cromáticos de lentiscos, jaras, espliegos, madroños, retamas, pinos y quejigos, pero son los chaparros o alcornoques, con sus formas retorcidas, los que se llevan la palma.

A los visitantes de otras tierras les puede resultar chocante la extravagante costumbre de reutilizar los somieres viejos como portillas y vallados para delimitar las propiedades. En toda la Serranía de Ronda, pero especialmente en el valle del Genal, es una práctica generalizada. Para hallar una explicación debemos retrotraernos a fechas no muy lejanas, cuando en la montaña mediterránea dominaba una economía de subsistencia y el aprovechamiento de cualquier recurso era un cometido vital. A estas experiencias olvidadas ahora las llamamos cultura del reciclado.

Casi sin darnos cuenta, accedemos a un saliente con un cartel informativo del SL-A 175 que nos ilustra sobre los montes de propios de Benarrabá, visibles desde aquí, y diserta sobre la importancia del valle del arroyo de las Veguetas, donde existieron varios molinos harineros. Ahora entendemos la importancia del camino del Concoste, frecuentado antaño por arrieros cargados con sus reatas de carbón, cal, corchas, resina, miel, setas, hierbas medicinales, frutas y verduras, almendras, castañas, aceite, chacinas, pleitas, aguardiente, mosto, etc. para suministrar a los mercados de la cercana costa; y como el regreso no lo hacían en balde, aquí mercadeaban principalmente con sal y pescado.

La arriería, sin duda, fue la principal actividad económica para algunos pueblos del Valle, como Igualeja, Parauta, Jubrique, Benalauría y Benarrabá. Gracias a ellos, a los arrieros, conservamos muchas de las veredas por las que trasiega el GR 141.

A partir de ahora la pendiente se empina y gracias a ello es posible localizar algunos doblaos, cortos intervalos donde la vereda se desgaja y une posteriormente para permitir el tránsito de acémilas en los enclaves más estrechos. Acabamos por afluir a una explanada usada, cuando corresponde, como patio de corchas. De aquí surgen varios ramales, siendo el nuestro el central, que enseguida converge con el carril del Lavadero, proveniente de Benarrabá en dirección al prado de la Escribana y Genalguacil. Tomamos la pista polvorienta siempre en sentido descendente y al poco tiempo ya advertimos el amplio llano de la Escribana y la alargada vega de la Tintorera en la orilla izquierda del Genal.

En ese enclave se vislumbran las ruinas del molino de la Cuna, que lo fue de harina y aceite, además de vivienda. Debe su curioso calificativo a un artilugio con poleas y cuerdas, usado en periodos de crecidas, que permitía el transporte entre orillas valiéndose de una cuna. Hacia el este ya podemos disfrutar de una evocadora imagen de Genalguacil aferrada a una ladera expuesta al poniente,
en un marco montañoso de gran belleza.

2. Prado de la Escribana – km 2,7

En la vega de la Escribana, antiguo descansadero de ganado del Cordel de Umbría, que llegaba hasta el río Genal, encontramos una instalación recreativa con mesas, bancos y juegos infantiles. La noche del 23 al 24 es fecha señera en el calendario festivo de los vecinos de Genalguacil y Benarrabá, que acuden a este solar para celebrar la velada de San Juan. En verano, cuando el río se represa para facilitar el baño, se observan en las aguas las evoluciones de bogas y bordallos.

El GR 141 dobla al noreste en paralelo al río y deambula casi por la orilla pegado a cañas y tarajes. Merece la pena conocer Genalguacil, precioso pueblo blanco magníficamente conservado, convertido en museo al aire libre gracias a un buen número obras de arte dispuestas en los rincones más singulares de su trama urbana. Estas esculturas, pinturas, cuadros, fotografías, vídeos, etc. son el fruto de los Encuentros de Arte Valle del Genal, celebrados cada dos años en la primera quincena de agosto. Los artistas reciben alojamiento, comida y los materiales necesarios a cambio de las obras, algunas de ellas expuestas en el Museo Municipal de Arte Contemporáneo.

Penetramos en una chopera y a continuación accedemos a la primera de las tres pasarelas que tercian en cortados aledaños al río. Un cartel nos avisa de que entramos en una zona de riesgo por caída de piedras, zonas inundables y pasos estrechos con necesidad de utilizar las manos. Al abandonarla, pisamos un terreno arenoso con una acequia en paralelo al sendero y asida a la roca. La fronda, debido a la humedad reinante, es casi selvática: acá y allá prosperan zarzas, vides silvestres, ruscos, emborrachacabras, saponarias, además de sauces, mimbres y chopos recubiertos por densas hiedras. Al pasar una portilla, el GR 141 aprovecha las antiguas acequias para avanzar al amparo del frescor proporcionado por el bosque en galería. Un kilómetro después de la primera pasarela metálica, alcanzamos la segunda. La siguiente vega es la Huerta de Juan Ruiz. El vallado de la finca tiene una angarilla que permite acceder a una bonita poza del río, alimentada por la afluencia de un par de arroyos.

Avanzamos por la acequia abandonada y atravesamos una zona de vuelo y relativamente estrecha que cuenta con un cable guía a lo largo del muro. Desde allí se observa el curioso meandro que dibuja el Genal. Una nueva vega abandonada aparece en nuestro campo de visión; es la de los Cuarterones, presidida por dos ranchos, el del llano en mejores condiciones. Conforme avanzamos se deja entrever el que fuera molino de los Cipreses. En el transcurso de la marcha, tras vadear Arroyo Hondo, un subsidiario de nuestro río, dejamos atrás el término municipal de Genalguacil y entramos en el de Jubrique.

A unos 75 metros hallamos la tercera y última pasarela y aquí conectamos con el carril de acceso a la vega de los Tiritones, con presencia de granados y algunos olivos de cierto porte. El tramo de carril no llega a cubrir 250 m. cuando retomamos la vereda junto a la ribera. Luego nos alejamos del Genal y avanzamos hacia una planicie situada entre éste y el río Monardilla hasta que la vereda se abre en dos. Nosotros continuamos en dirección a la angarilla que precede al vado del Monardilla. Circulamos de nuevo junto al Genal, por la trasera del Camping San Juan, que resguarda un alojamiento rural de bella factura en parte tapizado de hiedra. Posteriormente tropezamos con la bifurcación que trasiega entre las dos construcciones del molino del Álamo. El horizonte nos ofrece hacia el oeste una bonita postal de Algatocín, y abajo, muy cerca del río, prospera una cuidada huerta con árboles frutales dispuestos en bancales. Seguidamente, rodeamos el aparcamiento y arribamos al puente sobre la carretera.

3. Venta de San Juan – km 6,4

El río delimita aquí los municipios de Jubrique y Algatocín. En el primero hallamos el camping y la venta San Juan, y en el otro, el camping Genal. La venta es famosa en la comarca y muy concurrida, sobre todo en el periodo estival. Ya existía antes de la construcción de la carretera, pues fue parada obligatoria en el camino entre Algatocín y los pueblos de Jubrique y Genalguacil. Bajo la carretera se prepara el charco más animado de la temporada veraniega. Discurrimos por el arcén izquierdo, contorneando las instalaciones del camping Genal, sombreado por unos enormes alcornoques que han merecido el calificativo de Arboleda Singular de Andalucía.

Cruzamos la carretera y subimos una fortísima cuesta para eludir una larga lazada de la MA-8305. La operación se repite hasta que la vereda fenece frente al camino del Monte. Abrimos, pasamos y cerramos la cancela. Esta pista se adentra en el monte público de Algatocín: Coto y Vega del Río. La panorámica al norte muestra la sobriedad del blanquecino monte Jarastepar frente al verdor del Valle del Genal. Avanzamos casi llaneando, por medio del alcornocal, avistando al este nuestra pista y el cortijo del Arabí, que queda aún lejos porque la profunda brecha del arroyo Benajamón nos obliga a dar un rodeo. Al llegar al punto de inflexión, nosotros viramos ahora bruscamente al este, por el denominado carril de los Nogales, en busca del vado.

El topónimo Benajamón deriva de Benamahabú, una cercana alquería nazarí abandonada tras la rebelión mudéjar de Sierra Bermeja (1501). En la cuesta hallamos una cancela con paso peatonal aledaño y, en un margen, una caseta de uso ganadero. Sin más contratiempos, llegamos a El Arabí.

4. El Arabí – km 9,5

En esta importante encrucijada observamos en un promontorio el cortijo antes reseñado y un vial por debajo del mismo que se encamina a la orilla del Genal, donde recubierto por una fuerte maraña de durillos y alisos yace el molino de Villarta, de Enmedio o de Tomás, dividido en dos estancias, una para la molienda de trigo y otra para el aceite. En el frontal de la fachada se puede mal leer: "Comenzó a funcionar el día 7 de agosto, festividad de san Cayetano, de 1735". Aún conserva un empiedro y la prensa. Durante un tiempo fue fábrica de pólvora.

El GR 141 remonta unos metros, desde la cerrada curva, por una rampa hormigonada y deja de lado un rancho. De ahí se desgaja un estrecho sendero en fuerte subida que viene a conectar, pateados algo menos de 300 metros, con la vereda que de Benalauría se encamina a Jubrique por el charco Esteban. Instantes después, penetramos en el término municipal de Benalauría. Hay que tomarse con calma estas cuestas y, especialmente, los tramos más empinados.

El alcornocal y los escobones son especialmente prolíficos, aunque de vez en cuando aparecen hermosos quejigos. En uno de los descansos, si miramos hacia el río, se otea la vega de la Capellanía y las instalaciones del molino de Almenta, reconvertidas en parte en alojamiento rural. Al otro lado del Genal se extienden las pronunciadas laderas del monte Higuerón, cubiertas principalmente de pinos, encinas, chaparros y olivos.

La encajonada vereda desemboca en un carril y lo seguimos hasta alcanzar otro más importante. La recompensa por la dura ascensión la encontramos al mirar hacia el oeste, y toparnos con la idílica presencia de Algatocín, dominada por la torre de la iglesia parroquial de la Virgen del Rosario, de clara influencia andalusí. Cuando el carril dibuja una pronunciada curva, veremos una trocha que la recorta y resta un buen número de metros hasta situarnos en lo alto de la loma.

5. El Bailaero – km 10,1

Estamos en el perímetro del castañar, en la única zona llana del entorno, circunstancia propicia para celebrar bailes y otros festejos, de ahí el topónimo del lugar. En la actualidad, dada su proximidad al pueblo, El Bailaero es destino de apacibles paseos. Avanzamos por el carril del Castañar, con Benalauría y el cementerio en lontananza. Al norte descuellan la sierra del Conio y el picudo cerro de los Frailes; virando al levante se desparrama el alto Genal con toda su magnificencia. Cierra el horizonte el Parque Natural Sierra de las Nieves, del que vislumbramos su macizo principal revestido por el pinsapar rondeño y la altanera cumbre de la Torrecilla (1.919 m), ubicada en la sierra de Tolox. Entre castaños, bancales cultivados y zumaques que cubren los bordes del camino, llegamos a la fuente del Chorruelo, ubicada en la última curva antes de entrar en Benalauría.

6. Benalauría – km 12,3

665 m de altitud. Colgada en la ladera de levante del Cerro, al decir de algunos autores en Benalauría no se anda, se trepa. Dicha circunstancia convierte este hermoso pueblo en un asomadero a los confines de la Serranía:

La herencia andalusí es más que palpable en el callejero urbano de Benalauría, ajustado a varios viales alineados de manera horizontal y otros verticales que acaban de vertebrar el entramado. El antiguo molino de sangre de la Molienda, destinado antaño a la prensa de la aceituna, se ha reconvertido en un interesante museo etnográfico de ineludible visita. Igualmente, próximo al edificio consistorial, abre al público una sala interpretativa de la Fiesta de Moros y Cristianos, declarada de Interés Turístico Nacional de Andalucía, cuya celebración tiene lugar el primer domingo de agosto. Se trata de una representación en vivo, con participación popular, enmarcada en el episodio de la rebelión mudéjar de 1501, acontecida en las montañas de Sierra Bermeja, y cuyo hecho histórico más relevante fue la rota del Calaluz o Calalui, donde perecieron un centenar de soldados cristianos, entre ellos D. Alonso de Aguilar, hermano menor del celebérrimo Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el Gran Capitán. Algunos autores sitúan el lugar de la batalla en el cerro del Castellón o Reales Chicos, en pleno Paraje Natural Los Reales de Sierra Bermeja, aunque otras hipótesis, basadas principalmente en los topónimos, la ubican en el cerro del Canalizo.

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